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PALINURO, MARZULIPATÁN, Y LUIS ALBERTO ARANGO, COMO EN CASA

Por: La Mosca Luminosa


¿Conoce a Luis Alberto Arango Puerta? Sí, al fundador del bar Diógenes, el disquero de Jazz y Brasil, el columnista del ya desaparecido periódico Bajo Techo, el escritor, librero y socio fundador de Palinuro. Hoy junto a su hija Juliana, tienen su propio sello editorial, Marzulipatán, y algo más para contar.

Luis Alberto Arango Puerta

En algo pueden coincidir quienes lo han tratado, él es una sumatoria de dichas y de proyectos; una persona cálida, enérgica, que irradia plenitud cuando habla de libros, de música, o cuando cuenta anécdotas sobre cualquier cosa, él hace que la palabra sea un majar. En resumidas cuentas, es un hombre como cualquiera otro, pero su espíritu, de una sencillez que no riñe con la lucidez de sus ideas, lo exime de sus propias opiniones. La atmósfera que lo envuelve, ese orden de gabinete de curiosidades que lo acorrala, habla de alguien que por efecto de un devenir generoso en experiencias ha tenido la posibilidad de ser él mismo, con los riesgos que eso implica, y ser al mismo tiempo el amigo o conocido en común de una constelación de seres que cohabitan el mundo de la cultura en la ciudad de Medellín.


Entre sus amigos está su familia; su hijo Rafael Esteban, que heredó su otrora barba roja, su fenotipo de calvo y eso de ser librero, garabateó, cuando tenía cuatro años, el que sería hoy el mejor retrato de su papá. Él lleva el nombre de un tío abuelo materno, cercano a la línea genealógica de Tomás Carrasquilla, todo un personaje, que, en su particular forma de ser, legaría la palabra que daría vida al proyecto editorial de su familia. Su hija Juliana, es otro eslabón de su vida; socia y parte fundamental de su equipo, luz de sus ojos, ella le acompaña también desde pequeña, acolita y da encanto a todas sus quijotadas. Juliana lo lanzó al ruedo de la publicación, ella ilustró y publicó sus tres libros, uno cada tres años, libros que, como dice José Raúl Jaramillo, “eso regalado se vende todo”, y en esto Luis Alberto es claro, no dan plata, pero sí amigos, entre ellos Felipao, así llama con cariño a Felipe Restrepo David, a quien conoció cuando era un estudiante de Filosofía en la Universidad de Antioquia, e iba a Palinuro en su antigua sede a charlar con él y con Juliana, mientras pescaba libros cuyas particularidades ya anunciaban su gusto lector, y su carácter de escritor-editor.


Luis Alberto lo recuerda siempre como el único entre sus afectos que ha cometido la locura, o mejor dicho la aventura, de viajar a Sao Pablo, adentrándose en la selva, atravesando el Amazonas sin nada asegurado, a la búsqueda de una beca en un posgrado de la mejor Universidad de esa ciudad. Luis Alberto lo admira por haberlo logrado. Hace unos días, como es habitual, Felipe lo visitó de sorpresa, hizo un recorrido por las estanterías de Palinuro, y entre los muchos libros de segunda mano encontró su libro de ensayos Conversaciones desde el escritorio: siete ensayistas colombianos del siglo XX (Fondo Editorial Universidad EAFIT, 2008), del cual ya no tenía ningún ejemplar desde hace ratos. En conjunto, Luis Alberto y Felipe, tienen amigos en común que conocen esa publicación que data de sus años de estudiante, entre ellos, principalmente, Elkin Obregón, del que comparten un puñado de anécdotas, artículos, dibujos, dichos y expresiones; con Elkin, ambos dieron forma, cada uno por su lado, a su entusiasmo por los libros y la lectura, en ocasiones, también, llegaron a debatir algunas ideas sobre la escritura y el trabajo editorial.


Luis Alberto y Juliana Arango

Antes de que Elkin agarrara cauce hacia el otro lado de la vida, Luis Alberto recuerda haber sido su compinche por casi cincuenta años; hasta le escribió un artículo en la revista Leer y releer, 2017, Ignorancias cotidianas, titulado Expediente no autorizado. En su memoria quedan algunos encuentros con él, acompañado por sus hijos; cuando le tocaba a Juliana, ella dibujaba mientras los adultos resolvían el mundo con cierto gozo, entre una melodía de Coltrane, o un bambuco de Obdulio y Julián. La amistad de Felipe llegó mucho después; Juliana había culminado ya su pregrado en artes plásticas.


Junto a Elkin Obregón, Felipe Restrepo David, y su compañera la poeta Viviana Restrepo, fundaron una editorial al alimón, que después recibiría el nombre de Otrabalsa, al ser proyecto ganador del estímulo para el fortalecimiento de la cadena de valor escritor–editor de la Convocatoria Pública de Estímulos para el Arte y la Cultura 2020, de la Alcaldía de Medellín. Bajo su propio sello, Felipe publicó otro libro de ensayos, Piedras para Hermes, Viviana, una colección de poemas Camino de Inicio, y Elkin, su Caído del Zarzo. Los tres compartían con Luis Alberto Arango la dicha de encontrar en la publicación “una manera de rendir homenaje a la amistad”, como dice el lema de Otrabalsa.



En 2012 sin que nadie lo imaginara, ni siquiera Elkin que en su momento lo animó con la apertura de la librería, allí, en el corazón de Palinuro, nació la editorial Marzulipatán, palabra mágica que alberga un sentimiento familiar, y una anécdota relacionada con aquel tío abuelo, el otro Rafael Esteban, que solía hacer trucos de ilusionista aficionado, y en lugar de usar un abracadabra salía bien librado con un Marzulipatán. Luis Alberto y Juliana, cuentan esta historia con la misma alegría con la que celebran cada publicación de su editorial, en la que Luis Alberto Arango ha sido el único autor publicado, hasta el momento. La primera de sus tres publicaciones, Desorden alfabético, fue un regalo de Juliana en la navidad de 2011, ella se encargó de todo, principalmente del amor con el que diseñó e ilustró el libro que salió bajo edición de autor. La segunda publicación, Antología bisiesta, vio la luz en 2015, y la tercera en 2018, Una razón suficiente. Los últimos dos libros fueron publicados bajo su propio sello editorial Marzulipatán, y como un truco de magia, a Luis Alberto le quedan hoy pocos ejemplares para firmar.


Luis Alberto cuenta que Felipe llegó una tarde a Palinuro, y no propiamente a buscar su nombre entre los títulos de segunda, entró a la librería con una invitación, le propuso a Marzulipatán que se presentara con Otrabalsa al estímulo a la creación, producción y circulación Medellín con L de Letras de la Alcaldía de Medellín, 2021, con una propuesta en la que cada sello editorial acompañe al otro, y se asesoren mutuamente en la publicación de algunos títulos más, en la medida, también, de que esta unión les permitiría proyectar de manera más sólida la visión y el trabajo de cada editorial; a este proyecto, que luego resultó ganador, lo llamaron: Como en casa: de editores, libreros, y autores. Así como son ellos, y lo que los une; una cadena del libro que se parece a la amistad, en la que cada página cuenta cómo aquellas conversaciones sobre la vida que siempre dejan algo para pensar, decir, hacer, y a veces algo para acumular entre las dichas que hacen de Luis Alberto, junto a sus colegas, la persona que es, el autor bisiesto, un amanuense al borde de publicar su cuarto título, del cual está seguro, Elkin diría con su vozarrón —Maracus, ¡sorpréndenos!


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