La Mosca Luminosa
EL LADO B DE UN PREMIO ALFAGUARA
Por: Ronald Cano | Poeta, sociólogo y promotor de lectura.
A propósito de la apertura del XXIV Premio Alfaguara de novela 2021 entrevistamos al escritor mexicano Xavier Velasco quien en 2003 fue galardonado con su novela Diablo Guardián. Su historia es singular y su manera de narrarla hace de ella un suceso sorprendente que inspira.

Cuando al escritor mexicano Xavier Velasco le anunciaron que había ganado el premio Alfaguara 2003 quedó estupefacto, todo aspirante lo estaría, es apenas normal que alguno se desmaye. El jurado de esa sexta versión estuvo precedido por el escritor español Luis Mateo Díez, e integrado por Alberto Fuguet entre otros nombres significativos para la vida literaria y cultural de países hispanoparlantes, como España o Puerto Rico. La novela Diablo Guardián destacó por "el hábil tratamiento del lenguaje oral al servicio de una narración que cautiva al lector por su dinamismo, gracia y tono picaresco -que además- como novela, abre perspectivas originales al presentar los conflictos de lenguaje y cultura que surgen en el encuentro de lo hispano y lo norteamericano, a través de la voz y la peripecia de un extraordinario personaje femenino". Palabras más palabras menos, del otro lado siempre será interesante conocer el veredicto sobre el ganador para entender también el silencio de la derrota.
Velasco estaba seguro que su triunfo se debía sobre todo, ante la mirada incrédula de muchos, incluso la de él mismo, a que por suerte no había ningún juez mexicano. Lo dice un poco en broma, pero más allá piensa que para ocupar el primer lugar tuvo que apostarlo todo, sufrir un poco mientras disfrutaba de su propio relato, de cada minuto dedicado a su escritura. El resultado, su novela, le significó desde un principio la posibilidad de ganar $175.000 dólares, una gran publicación y un recorrido por diversos países en campaña de promoción, es decir —un contrato chingón— con una de las editoriales más reconocidas a nivel mundial, un premio que le cambiaría la vida a cualquiera. —Ganar todo eso se convierte en una forma de valoración, que implica entrar y ser visible, pero de repente también te obliga a realizar un trabajo más responsable de ahí en adelante —dice mientras me cuenta la anécdota del día en que todo comenzó a ser diferente gracias a un diablo.
Nunca imaginó que el jurado apreciara de ese modo su manuscrito, —yo sólo pensaba en una novela que fuera permanentemente intensa, algunos amigos me sugerían que de ese modo no podía escribir, que estaba loco, pero me di cuenta que esa intensidad estaba en el lenguaje, en esa capacidad de hablar y hablar y no parar que sólo podía tener una chava como Violetta, el personaje principal; en mi imaginación ella siempre fue una joven que estaba huyendo de algo, de su casa, de su clase social, era veloz, capaz de todo, una mujer que nunca se arrepentía de nada —Tal vez fue esto y no otra cosa, aunque hubiera sido tan generosa la deliberación, lo que ha enamorado al público lector de su novela, Xavier abre sus grandes ojos y sigue—, al fin de cuentas Violetta no es más que una mujer inconveniente, que si te fijas en ella, terminas pagando un karma, pero que al mismo tiempo no se puede vivir sin la perplejidad de llegar a saber que con ella se podrían pasar los mejores momentos de la vida, y que puede, si no escapa antes, quedarse contigo para siempre, y sabes, cuando lees Diablo Guardián, que aun así, le quieres creer. —Velasco entiende que un personaje sólido, determinado en sus convicciones, lleno de rock and roll como Violetta, suma la diferencia, y que no hay excusa alguna para no conservarla entre las páginas de su libro para la posteridad.

En la época anterior al premio, el autor se consideraba un escritor subterraneo, como él mismo logra precisar -con algunos contados títulos publicados-, entre ellos su memorable libro de crónica roquera Una Banda Llamada Caifanes (1990), una novela corta titulada Cecilia (1993) y varias colaboraciones en revistas y suplementos. Como era debido, tuvo que —darse a la pelea—, calcular todas las posibilidades, la de perder por ejemplo; enfrentar la angustia y la ansiedad de algún modo posible. Cuenta, con una suerte de sobreviviente, que después de haber enviado el manuscrito al certamen tuvo que corregir una vez más su historia, lo que le dejó al límite de toda esperanza; su padre había leído el manuscrito poniendo al descubierto un pequeño error que le costaría una nueva revisión, se comió las uñas, el original tuvo que cambiar un poco, no ganaría, pensó, justo en ese momento que tenía el deber moral de pagar todas las deudas, las que le permitieron tener el tiempo y el dinero suficiente para escribir su novela. —Pero ya no era tiempo de dar marcha atrás, escribir es corregir y aprender de los errores —dice, y no titubea al revelar que en situaciones como estas, cuando se apuesta todo por el todo, lo mínimo que se puede perder es el pudor—, para mí no era El Premio Alfaguara, lo consideré siempre como El Rescate Alfaguara, porque llegué a endeudarme tanto que nada más a mi mecenas, un amigo de la familia que decidió apoyarme con lo que podría llamarse un sueldo, le debía ya veintisiete mil dólares, más lo que tenía comprometido en tarjetas de crédito; sacaba una para pagar la otra, un riesgo que debía tomar porque decidí nunca volver a hacer publicidad, que era en lo que trabajaba antes, me lo juré, quedarme ahí era condenarme a la pobreza; llega un momento en la vida en el que te dices a ti mismo: ¿sabes qué? tienes que darlo todo, perder la vergüenza sin que te importe saber que le estas apostando a un caballo flaco; es muy romántico, sí, pero el romanticismo consiste justamente en eso, en que el caballo flaco gane.

Siempre fue un hijo único al que nunca le faltó nada, sin embargo, piensa, su infancia fue rica en soledad, —pudieron haber faltado amigos pero nunca me faltó la creatividad, —comenta. Cuando escribió Diablo Guardián no le fue extraño encontrarse nuevamente solitario, esta vez frente a una idea que era superior a él mismo; su propia novela. En la soledad de la adolescencia conoció algunos amigos literarios, por no decir imaginarios, a quienes también consideró sus maestros, sus héroes “de ficción”, los escritores del Boom Latinoamericano; jamás olvidará que en su primera juventud abandonó dos carreras universitarias porque quería ser como ellos, y no consideró importante trasegar por el camino de la academia porque en sus aulas se convertiría en algo que no quería ser, presidente o abogado, prefirió aprender las letras trabajando en ellas, releyendo a los escritores que le motivaron a seguir su instinto rebelde para luego encontrarse de cabezas con lo improbable. Por entonces, dice, —me miraba a mí mismo como a un loco, pero yo quería pensar que era posible, porque para mis héroes había sido posible, lo fue para Vargas Llosa, para el Gabo, para Fuentes y para Cortázar, por qué no lo iba a ser para mí, y no es que yo quisiera compararme con ellos, no, es que sencillamente era posible vivir de la escritura, ellos eran el ejemplo vivo, y yo quería ser como ellos; sé que es una actitud muy infantil pero me mantuvo firme y fuerte en la decisión de hacer aquello que el riesgo de escribir un libro desaconseja. —Escribir un libro es para él un placer único que al mismo tiempo significa persistencia y dedicación, todo para no dejar que muera la obsesión, en consecuencia, el único esfuerzo de la vocación que ha elegido por estilo de vida radica en pensar todo el día en un proyecto de novela, cualquiera que sea el que esté escribiendo en el momento, nos cuenta entonces un secreto, —estas dormido y sueñas con ella y de pronto, cuando menos lo imaginas, el sueño te trae alguna solución o un argumento nuevo. Escribir es una entrega, es como el amor: amas a una persona pero tienes que entregarte del todo, dormir con ella, de otro modo no va a funcionar.

Xavier Velasco es un tipo carismático, pero también el terrible enfant que comenzó a escribir a los nueve años para escapar del acoso de sus compañeros de clase, o al menos ficcionando la huida, es hoy el novelista que dice a las nuevas generaciones de escritores que para hacer literatura —más que tener ideas a la mano, es necesario tener fe en las ideas. —Su actual popularidad, sobre todo con lectores jóvenes, lo salva de ser catalogado como el “One hit wonder” que siempre temió ser después de haber ganado el Premio Alfaguara 2003 —La vida cambió, y cuesta mucho hacerse a la idea de que ahora se vive de la literatura y que hay que dar la cara todo el tiempo, viajas a lugares del mundo que ni te imaginas, y en cada uno respondes a tantas entrevistas que luego ni te acuerdas. Hay gente que aún me pregunta: ¿por qué estás tan contento? ¿No te cansa esto? y es que no me cansa, porque anteayer no tenía nada y ahora tengo todo: la certeza de que vivo para esto. Un día, tuve la oportunidad de preguntarle a Carlos Fuentes ¿cómo hacía para ser el gran Carlos Fuentes y aun así seguir escribiendo? a lo que él le respondió: "Pues mira, si voy a un acto voy y me divierto, es como comer unas buenas enchiladas, luego salgo de ahí y no vuelvo a pensar ellas, porque ya he quedado suficientemente lleno, lo demás es gula". —En otra ocasión, mientras se preparaba para el premio imaginó desde las gradas de la literatura cómo era que funcionaba la fama de un escritor, —el año anterior al que fuera mi año, Tomas Eloy Martínez, que también es premio Alfaguara, presentó en México su novela premiada El Vuelo de la Reina. Yo asistí al acto de lanzamiento y me senté en primera fila con una amiga, ella me preguntó entonces qué era lo que estábamos haciendo allí, yo le dije que estábamos haciendo scouting, quiere decir que estábamos viendo todo lo que hacían en el escenario y cómo el manejo del premio, porque el próximo año yo tenía que estar allá arriba, lo necesitaba; le respondí con la convicción de que sería terrible sí no sucedía. —Para lograrlo, Velasco invirtió arduas horas de concentración en la escritura, y en sesiones de corrección interminables, como era de esperar, acudió a la fanática idea de hacer algo novedoso, una novela a su modo, sin saber, a pesar de su visión optimista, cuál sería su destino. Mientras lo hacía, se escondió del mundo para alimentar en secreto su obstinación con recuerdos y ficciones de su tempestuosa vida, siguió al pié de la letra pequeña el consejo que le da el diablo (Al Pacino) a Kevin Lomax (Keanu Reeves), en la película El abogado del diablo: “Si quieres hacer algo, que no te vean venir”. —Entonces, me dije a mi mismo; me callo, porque de otro modo si no ganaba no quería decir que había perdido, todo lo hice en medio de un secretismo, estaba buscando también, después de tanta incertidumbre, sorprenderme a mí mismo si lo lograba —Velasco bebe una soda y prosigue—, recuerdo que los primeros días en las noches, después de la llamada de la editorial, me pasaba mirando al techo en la cama, pensando en todos mis fracasos, en la vez en la que un profesor me dijo que yo no servía más que para recoger basura, pensaba en todas las materias reprobadas y en todas las veces que me expulsaron de la escuela, en los chavos que me chingaban la madre, me fui acordando y cada memoria me hacía reír; se sentía como una revancha grande, donde soy yo, después de una buena batalla, el ganador absoluto.
El Premio Alfaguara de Novela 2021
Desde su creación en 1965 el Premio de Novela Alfaguara ha convocado a escritores de lengua castellana en todas las latitudes del mundo a participar cada año en el certamen con una obra inédita. En todas las ediciones del concurso el ganador ha sido seleccionado por veredicto de un jurado conformado por escritores reconocidos de habla hispana. En la última década han participado con gran éxito algunos escritores colombianos como Laura Restrepo y su novela Delirio (2003), Juan Gabriel Vásquez con El Ruido de las Cosas al Caer (2011), y Jorge Franco Ramos con El Mundo de Afuera (2014). En la actualidad, la editorial del grupo Penguin Random House acaba de abrir la convocatoria al XXIV Premio Alfaguara de novela 2021 en https://premioalfaguara.com/convocatoria/ la cual cierra el 31 de octubre de 2020 tiempo suficiente para que la inspiración, —como dice Velasco parafraseando a Picasso—, "si existe tal cosa, más vale que nos encuentre escribiendo".